Una obsesión llamada Iglesia

En 1931, los republicanos lo tuvieron todo a su favor para asentar en España su modelo de Estado. La sociedad que se encontraron estaba hastiada del absolutismo, indignada por una pobreza eterna y resignada a un atraso meridiano con respecto a Europa. A pesar de las buenas reformas que propugnaron, fracasaron. Fracasaron porque se obsesionaron con la Iglesia, con los devotos y con el clero. Creyeron que eran el único y principal problema del pasado. En parte tenían razón, pero sólo en parte y su error fue subestimarla. Esta teoría no viene en ningún libro, es la mía.

Ese afán de revanchismo, de querer limpiar a España de todo atisbo católico se convirtió en un efecto bumerán. Obviaron la magnitud de un colectivo como el católico, un colectivo heterogéneo mal dirigido en aquellos momentos pero que reunía a personas de toda condición social, un colectivo que no estaba dispuesto a anteponer la política a sus creencias.

Todo esto me sirve para contextualizar el revuelo que ha generado el comunicado de los obispos en el que hacen recomendaciones electorales a los fieles. La cúpula eclesiástica se ha equivocado entrando en este juego y ha picado el anzuelo que le viene lanzando el Gobierno desde hace algún tiempo. Y es que el aparato mediático socialista ha conseguido que día sí y día también, aparezcan en los medios noticias sobre curas pederastas, como si en ninguna otra profesión existieran. También se ha sacado de la manga una ley absurda, la llamada Ley de la Memoria Histórica, que sólo consigue remover la mierda del pasado y avivar las llamas que ya parecían apagadas. Y por supuesto no tiene bastante con discrepar con la Iglesia, sino que también le insta a cambiar y le sugiere en qué tiene que gastarse su dinero y en qué no. No lo entiendo. No tiene sentido que alguien se dedique a cambiar una institución a la que no pertenece.

Esta renovada obsesión con la Iglesia me parece simplemente una maniobra de distracción, una estrategia para que no se preste atención a las tasas actuales de paro, a las carencias del sistema educativo, a la indecisión en materia de inmigración, al desorbitado precio de la vivienda y a la pervivencia del terrorismo. Si después de leer todos estos problemas de las sociedad española alguien cree que la Iglesia es el principal, es que necesita gafas.

Y un apunte más. Eso de que España actualmente es un país de mayoría laica me lo creeré. Pero me lo creeré cuando ese 95% de personas deje de casarse por la Iglesia, cuando deje de celebrar bautizos y comuniones, cuando deje masificar la Semana Santa y cuando deje de rezar a los Santos en los momentos menos buenos. Cuando pase todo eso, me lo creeré. No se puede arrimar uno a la Iglesia cuando le convenga y luego gritar que no creemos en nada.