jueves, 19 de junio de 2008

Vida y destino

Vida y destino fue un regalo de navidad de más de mil páginas que vino a ocupar mi mesita de noche durante estos últimos meses. Es un libro muy complicado y denso, engorroso por momentos, brillante en otros. No es la típica novela con la que se disfruta leyendo, al contrario. De hecho, el libro de Vasili Grossman alcanza su verdadero interés cuando el tomo se cierra. ¿Por qué? Porque es cuando te obliga a reflexionar y digerir todo lo que te acaba de contar.

Vida y destino es una obra maestra aclamada por la crítica internacional y ambientada en la antigua Unión Soviética durante la II Guerra Mundial. En aquella época y en aquel lugar se vivió la crudeza de la guerra en su máxima plenitud. Para que se hagan una idea, durante la contienda murieron veintidós millones de rusos, o lo que es lo mismo, más que la suma de alemanes, norteamericanos, franceses, polacos e ingleses que perecieron en el mismo periodo. El pueblo soviético tuvo que combatir contra dos enemigos: los nazis y la propia represión de su Estado, que se dedicó a perseguir a todos aquellos que no compartían las directrices de Stalin.

Vida y destino es un libro complejo porque la situación que narra era compleja y es difícil de entender porque las cosas que ocurrieron son difíciles de entender. Hay dos maneras de abordar la historia en tiempos de guerra. La primera se centra en las batallas claves, en los nombres de los dirigentes que daban las órdenes y en separar a vencedores y vencidos. La segunda se basa en el sufrimiento del soldado raso, en la angustia de sus familiares y en la incomprensión de un pueblo que ha sido guiado a la guerra sin su permiso. Grossman prefirió la segunda opción porque él no necesitaba documentación alguna para escribir lo que sus ojos vieron y lo que sus carnes sufrieron.

Vida y destino tiene unas historias conmovedoras. Un científico encargado de desarrollar un programa nuclear al que le atormenta el uso que pueda hacerse de su trabajo. Una mujer que recibe una carta del gobierno ruso advirtiéndole de que su marido ha sido condenado a "veinte años sin correspondencia", un eufemismo para ocultar que ya había sido aniquilado por su propio país. Un director de una central eléctrica que tiene que mantener a su plantilla aun sabiendo que su lugar de trabajo es objetivo número uno de los bombardeos alemanes. Una madre que es conducida a la cámara de gas junto a su hija pequeña, a la que no puede explicar hacia dónde van.

Se había investigado tanto sobre las barbaries nazis que hasta hace relativamente poco se había dejado de lado la miseria que pasaron los soviéticos bajo el mando dictatorial de Stalin. Ya todo el mundo sabe que en la batalla de Stalingrado, había un arma para cada dos soldados y que desertar se pagaba con la muerte. Ya se ha confirmado que las terribles hambrunas ucranianas fueron consentidas también por Stalin para acabar con todos los terratenientes (kulaks) de aquella región. Ya también se sabe que hubo campos de concentración rusos donde se torturaba y asesinaba a presos políticos. Ya se sabe que Hitler no fue el único loco que hubo en la II Guerra Mundial, y que el fascismo y el comunismo, si se radicalizan, son primos hermanos.

Vida y destino. Destino y vida. Dos palabras relacionadas con la libertad, con ese ideal por el que muchos lucharon. Pero en ninguna guerra hay libertad, porque no puedes negarte a ser llamado a filas, ni tampoco evadirte del sonido de las balas y las explosiones. Es tu propio Estado quien decide la dirección de tu destino y el precio de tu vida.

1 comentario:

Yimi Zehcnas dijo...

Cartabón hacia la vida