No me gustó nada de lo que vi, lo tengo que decir tal como lo pienso. Nada. Me refiero al partido entre Sevilla y Osasuna. Empezando por el juego desplegado por ambos equipos, sin creatividad, plagado de imprecisiones y dejando ver carencias diáfanas. Tampoco me gustó ver una entrada salvaje del osasunista Erice a Jesús Navas ni el codazo a destiempo de Poulsen en la línea de gol. El fútbol es un deporte de contacto, sí, pero golpear sólo se golpea al balón.
Luego llegó el turno para ese showman que responde al nombre de Iturralde González. Se inventó un penalti en el último suspiro que sólo él vio y luego mandó repetirlo porque le dio la gana o porque ya se estaba arrepintiendo de su decisión anterior. El caso es que tras el partido los profesionales dejaron de serlo y aquello se convirtió en un patio de colegio de lo más bajo. Mención especial merecen dos personas: Cuco Ziganda, que de tonto no tiene un pelo y se lanzó al cesped con el arco y las flechas. Y por otro lado el personaje de Cristóbal Soria. El delegado de campo del Sevilla, en lugar de realizar su trabajo y apaciguar los ánimos, disfrutó una vez más en el fango y volvió a demostrar que no es más que un triste provocador.
La tángana fue un espectáculo bochornoso, puesto que el partido había acabado. Empujones, insultos, calumnias, botellazos se sucedían mientras el bueno de Chevantón, lesionado, lloraba en una esquina sin que nadie le prestara atención. Ganó el Sevilla. Perdió Osasuna y también el fútbol. La afición no merece espectáculos como ese. Noches de este calibre deben borrarse cuanto antes, ya sea con goma o con típex.
Luego llegó el turno para ese showman que responde al nombre de Iturralde González. Se inventó un penalti en el último suspiro que sólo él vio y luego mandó repetirlo porque le dio la gana o porque ya se estaba arrepintiendo de su decisión anterior. El caso es que tras el partido los profesionales dejaron de serlo y aquello se convirtió en un patio de colegio de lo más bajo. Mención especial merecen dos personas: Cuco Ziganda, que de tonto no tiene un pelo y se lanzó al cesped con el arco y las flechas. Y por otro lado el personaje de Cristóbal Soria. El delegado de campo del Sevilla, en lugar de realizar su trabajo y apaciguar los ánimos, disfrutó una vez más en el fango y volvió a demostrar que no es más que un triste provocador.
La tángana fue un espectáculo bochornoso, puesto que el partido había acabado. Empujones, insultos, calumnias, botellazos se sucedían mientras el bueno de Chevantón, lesionado, lloraba en una esquina sin que nadie le prestara atención. Ganó el Sevilla. Perdió Osasuna y también el fútbol. La afición no merece espectáculos como ese. Noches de este calibre deben borrarse cuanto antes, ya sea con goma o con típex.
1 comentario:
buenisima versión de los hechos aunque más que una versión es una narración bastante explícita.Estoy totalmente deacuerdo contigo en casitodo, aunque guiado más por el corarón que por la verdad, para mi si hay penalty puesto que hay contacto con la mano y por otra parte no justifico para nada la BRUTAL reacción de Poulsen con el codazo pero creo que viene como "venganza" a un empujón por la nuca en la primera parte y creo que con el mismo jugador de Osasuna. Pero me ha encantado la forma de narrar lo ocurrido enel pospartido del pasado sábado enel Sánchez Pizjuán, PERIODISTAS COMO TÚ HACEN FALTA A PATADAS EN SEVILLA!!
Publicar un comentario