Incomprensión e indignación. Son las dos palabras que mejor resumen mi estado cada vez que sale a la luz un caso de maltrato infantil. Todos los maltratos son repugnantes: físico, psicológico, sexual, de abandono... Pero hay uno que traspasa todos los límites de la razón humana: el asesinato de un niño.
Incompresión porque uno nunca llegará a entender un acto tan macabro y tan cobarde. Qué pasará por la mente de aquellos que deciden poner fin a una vida tan joven, a unos ojos empapados en lágrimas, a un rostro tan inocente, a un cuerpo tan frágil... Es una incógnita indescifrable, una ecuación sin solución.
Indignación porque la justicia nunca vence a estos individuos o energúmenos, si es que merecen ser llamados de alguna forma. Puede que la justicia consiga atraparlos y ponerlos entre rejas. Sin embargo, el precio que pagan estos asesinos siempre es menor a la deuda humana que han dejado pendiente. Es para estar indignados.
2 comentarios:
Ya ves...
De maltrato no hablo, pero una torta bien dada a veces educa más que 500 conversaciones...
Un Saludo
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