lunes, 16 de junio de 2008

Talento gitano

Hablar de Antonio Flores es hablar de una leyenda que se hace más grande conforme pasan los años. En vida, su talento estuvo eclipsado por la popularidad de su familia y hasta después de su trágica muerte no se reconoció verdaderamente su obra. Y digo obra porque Antonio era un artista de la cabeza a los pies, el alumno aventajado de su madre, el más pasional de los hermanos. Hablo de la misma persona que enseñó la bandera blanca de la retirada sólo dos semanas después del fallecimiento de Lola Flores.

Era inconfundible. Esa voz ronca agitanada, su melena morena siempre al viento y sus dedos acariciando la guitarra o el piano. Antonio era tan sincero que no sabía escribir sin expresar sus propios sentimientos. Dependiendo del momento, era incapaz de ocultar su alegría o su tormento. A sus hermanas les regaló canciones como si fueran abrazos hechos a la medida de sus espaldas. Él componía lo que le salía de dentro, sin preguntarse si aquello era rock, flamenco o blues. Cada vez que escucho sus temas y su desgarradora voz, maldigo a las drogas por llevarse por delante a uno de los cantantes con mayor proyección de nuestro país.

Pero tú eras así, un genio que bordaba el tejido más difícil y deshilachaba el más sencillo. Gracias a tus canciones te conocimos como persona. No eras como los demás. Con poco más de treinta años te sentías como un gato que ha quemado seis de sus siete vidas. Querías vivir esa última al lado de tu hija Alba, la flor que siempre quisiste en tu jardín. Y con ella pasear por la calle Gran Vía y llevarla a conocer la isla de Palma para decirle sin palabras que la quieres. Desde el cielo deseas que tus seguidores mantengamos arriba los corazones, porque tú no dudarías en volver a reír. Nos has enseñado a ver la alegría, a escarmentar de la experiencia y a nunca más usar la violencia. Y aunque te marcharas sin despedirte, siempre apreciaremos el coraje de vivir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

y este homenae (no me funciona la ota) a antonio flores??