miércoles, 23 de julio de 2008

Adiós Yara

Llegaste a casa hace quince años con sólo varios días de vida. Te recuerdo pequeña, juguetona y con los orejas marrones. Mi abuela te daba el biberón como si fueras un bebé y rápidamente ambas se hicisteis inseparables. Aún no sabías ladrar y a mí todavía me daba cierto miedo cogerte en brazos por miedo a que me mordieras o arañaras. Nuestra relación estuvo llena de altibajos, sobre todo porque cuando yo era un adolescente tenía la manía de darte balonazos. Por suerte, no tardaste mucho en perdonarme.

Aunque tú también hiciste tus travesuras. Un día te escapaste de casa y tuvimos que correr detrás tuya por medio pueblo. En otra ocasión aprovechaste la ausencia de toda la familia para devorar un jamón entero. Y todo ello sin mencionar la costumbre que tenías de volcar todas las macetas del patio. Pero con el tiempo tu comportamiento se volvió dócil y ejemplar. Entendías todas nuestras órdenes y hasta te secabas las patas antes de entrar en casa cuando las traías mojadas. También te alegrabas cuando íbamos a tirar la basura porque eso para ti significaba salir a la calle y dar un paseo. Y es que eras como una persona, capaz incluso de ponerte celosa cuando nos visitaban otros perritos.

Hace un mes nos dijiste adiós. Llevabas un tiempo que ya no eras la misma, los dolores se reflejaban en tu cara aunque tú nunca te quejaras. Aún oigo tu cascabel y miro instintivamente hacia abajo para no pisarte, pero ya no estás. Cuando vuelvo de estar unos días fuera, recuerdo esos recibimientos tan tuyos que se basaban en hacer saltos acrobáticos hasta que el cuerpo te pedía agua. Tampoco olvido lo contenta que te ponías cuando llegaba el repartidor de pizzas e intuías que esa noche alguna porción caería de tu parte. No soy ni mucho menos una persona de lágrima fácil, pero reconozco que a veces, todos estos recuerdos me ponen a prueba.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tú ya lo sabes de sobra porque lo hablamos en su momento, yo también he tenido una perrita en casa y nos dejó hace ya cuatro añitos y si te digo la verdad todavía hay momentos que la veo subiendo por las escaleras, escucho su cascabel por el patio y parece que está presente.

A un animal así se le quiere si se puede decir como a un hermano más. Eso sólo sabe el que lo tiene...

By Josan.

Anónimo dijo...

Siempre la llevaré en el corazón. Porque ha sido parte de nuestras vidas, y no la podré olvidar nunca. Se me han saltado las lágrimas al leer este bello artículo. Gracias por el detalle que has tenido con nuestra entrañable Yara. Ya descansa en paz.

Anónimo dijo...

Se me ha saltado las lagrimas al leer tu comentario,el dia que estoy de guardia en mi trabajo.Tu madre y yo no la olvidaremos nunca, ni tampoco los paseos que casi todas las noches ,le daba para tirar la basura.
Gracias por tus comentarios.
Enrique Díaz Moreno (anónimo