
Porque a nuestro pesar, la sombra del dopaje camina de la mano del ciclismo en los últimos años. La lista de ciclistas de élite que se han dopado es interminable: Virenque, Pantani, Heras, Ullrich, Landis, Zabel, Riccó, etc. Corredores que eran ídolos para muchos niños pasaron a ser villanos de la noche a la mañana. Mucha gente se pregunta por qué sucede esto tan frecuentemente en el mundo del ciclismo. Yo puedo encontrar varias razones pero ninguna justificación. La primera es que el dopaje, en un deporte eminentemente físico, funciona. La segunda es que en esta disciplina deportiva, el dóping se persigue más que en ninguna otra. Y la tercera es que se han juntado un puñado de médicos y ciclistas realmente tramposos y mentirosos.
En Francia el dopaje está tipificado como delito. Eso tiene sus pros y sus contras. Lo bueno es que el que se dopa, lo paga. Lo malo es que los que no lo hacen, siguen siendo eternos sospechosos. A un deporte como el ciclismo, cuya popularidad está en caída libre, no le beneficia nada la imagen de la Policía asaltando los hoteles de concentración y exigiendo muestras de sangre y orina a altas horas de la madrugada. De hecho, las portadas de los periódicos sólo abordan el ciclismo si algún corredor ha sido cazado por los vampiros y las televisiones se han olvidado del Giro y del resto de competiciones menores. Hemos tenido tres vencedores de la ronda gala en los últimos años (Pereiro, Contador y Sastre) y sus éxitos están pasando inadvertidos. ¿Se hablará de ellos dentro de dos semanas? No. ¿Se seguirá hablando de dóping y de contraanálisis? Sí. Esta es la prueba de que el ciclismo agoniza y nadie rompe una lanza para salvarlo.
1 comentario:
Creo que más bien es un juego de quién se dopa con más disimulo. Por eso a veces cogen a unos que no dieron positivo en anteriores controles. Además, son muchísimos kilómetros, es casi inhumano.
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