miércoles, 31 de agosto de 2011

El precio justo

Criticar al Papa está de moda. Su visita a Madrid ha servido para estimular a los que piensan que la Iglesia católica es el origen de todos los males y el gran lastre de la sociedad. Y no me refiero sólo a los supuestos 'indignados', sino también a todos aquellos que se escandalizan con detalles tan nimios como las medidas de seguridad que requiere el Sumo Pontífice allá donde va o las vestiduras que porta. A un conocido le he oído decir que es una vergüenza que Benedicto XVI luzca un lujoso anillo en los tiempos que corren.

Tiene güasa el asunto. Esta persona -que se cree liberal y progresista- debe entender que el Papa es un ser inferior a la especie humana y que no tiene derecho a poseer ningún objeto de oro, aunque haya sido heredado y arrastre una larga historia. En cambio, su subconsciente seguro que no pone ninguna objeción a que gente que cobra el subsidio agrario, pensiones no contributivas, becas universitarias o prestaciones por desempleo sí dispongan de bienes de lujo, varios coches y más de una propiedad gracias a sus habilidades para sortear el sistema tributario.

Retomando el hilo, a mí, que aun siendo católico me he mostrado indiferente ante las Jornadas Mundiales de la Juventud, me ha llamado la atención que otros que dicen ser ateos (aunque se casen en basílicas y capillas) hayan puesto tanto interés en este evento. Al parecer, el hecho de que el Papa mueva dinero les remueve las tripas. Por el contrario, a mí esa sensación me la provocan algunos ídolos nacionales que deciden pagar sus impuestos en otros países, como por ejemplo Julio Iglesias o Fernando Alonso (éste último, por suerte, se ha arrepentido tras varios años de exilio económico). El caso es que a ellos nadie les pone en duda su moralidad.

Semanas atrás, el debate mediático se focalizó en si el aterrizaje de Benedicto XVI en la capital de España iba a suponer un gasto desorbitado para las arcas públicas o si por el contrario podía financiarse por sí solo gracias a los patrocinios de empresas privadas y reactivar un poco la economía. A día de hoy, no se sabe muy bien si ocurrió una cosa u otra, ya que cada uno barre para casa. Lo que sí está fuera de toda duda es que el presupuesto de su estancia ha generado una expectación inusitada. Me ha recordado a 'El precio justo', aquel programa que consistía en adivinar por todos los medios el precio de un producto.

Pues bien, desde este humilde rincón propongo que también se investigue cuánto ha costado poner y retirar los carteles de los límites de 110 kilómetros por hora, cuánto han invertido los ayuntamientos locales para traer a cantantes conocidos a sus ferias, cuánto costó la vueltecita que dio Fernando Alonso por Sevilla hace unos años, cuántos agujeros tapan los gobiernos regionales a los equipos de fútbol de su tierra, cuántos cheques de 400 euros entregó Zapatero y para qué, etc. Como diría el ya fallecido Joaquín Prats, ¡a jugar!


No hay comentarios: