China debería estar preocupada por tener en su territorio a la ciudad más contaminada del mundo. Linfen es el último rincón al que debería acudir alguien con alergias, con asma o simplemente con dos dedos de frente. Un millón de habitantes soportan día tras día una contaminación soporífera e infrahumana debido a los gases que emiten las innumerables plantas de carbón alojadas allí y a los residuos de las minas.
Hay datos realmente escalofriantes con relación a Linfen. El sol únicamente se ve veinte días al año, pues es tal la cantidad de polvo que hay en el ambiente que no se aprecian los edificios a cien metros de distancia. Los coches siempre llevan las luces encendidas, el río no arrastra agua sino lodo y las personas caminan con máscaras por las calles. Los expertos aseguran que sus índices de contaminación son superiores a los de Chernobyl y que pasear durante una jornada por la ciudad equivale a fumar treinta paquetes de tabaco. Respirar, que los médicos lo definen como un acto involuntario y mecánico, se ha convertido allí en una auténtica odisea.
El caso de Linfen es fiel reflejo del proceso de industrialización acelerado que ha llevado a cabo el gigante asiático en las dos últimas décadas. En China no importan los medios, importa el fin, que no es otro que desarrollarse a cualquier precio, haciendo caso omiso al protocolo de Kyoto y esquivando a buena parte de los derechos humanos. Y el Comité Olímpico Internacional ha querido premiar esa actitud dándole la posibilidad de organizar unos Juegos Olímpicos, bajo el pretexto de un inminente aperturismo a occidente y una democratización de su dictadura encubierta. Ilusos.
1 comentario:
¿ACojonamiento Ambiental?
Un Saludo
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