El mundo de hoy es el mundo de las contradicciones. Los mismos que dicen que la globalización nos está empujando a ser más homogéneos, son los que persiguen a las tradiciones más arraigadas de cada pueblo. Mientras los países tienden cada vez más a asociarse en materias económicas y políticas, regiones como el País Vasco, Córcega o la propia Montenegro nos recuerdan que el independentismo sigue muy vivo. A la par que un aparente laicismo parece extenderse por Europa, el Islam se hace cada vez más fuerte en sus zonas. Cuando parecía que las grandes guerras y conquistas habían acabado, surgen las operaciones militares silenciadas, la desinformación intencionada y el terrorismo fanático. ¿Hacia dónde caminamos? ¿Podemos saber de alguna forma qué nos espera? Quizá la clave esté en Turquía.
Algunos os estaréis preguntando qué tiene de especial Turquía para que haya hecho una afirmación semejante. En primer lugar su posición geográfica: está situada en la frontera entre Europa y Asia, tiene en la acera de enfrente a África y fuertes influencias económicas americanas. Y no es un país cualquiera, históricamente ha sido la cuna de grandes civilizaciones y en la actualidad cobija a más de 70 millones de habitantes que dudan entre mirar a Europa o hacia La Meca. Occidente tiene un ojo puesto en todo lo que sucede en Turquía, porque sabe que ese territorio es como una probeta de laboratorio, como una bola de cristal en la que se puede imaginar lo que ocurrirá en el futuro a mayor escala.
Allí no hay medias tintas, conviven musulmanes (mayoría) y cristianos, los partidos políticos se definen como islamistas o como europeístas, no está exenta de terrorismo y no es una nación subdesarrollada como para no tenerla en cuenta. Por todas estas razones, por su problema interno con los kurdos y por su longeva rivalidad con Grecia a cuento de la posesión de Chipre, la Unión Europea sigue mirando con tanto recelo la adhesión de Turquía. Los grandes líderes europeos han cogido el micrófono y han dicho lo políticamente correcto: que la integración de Turquía sería positiva. ¿Pero por qué todos los trámites están paralizados? ¿Será por el miedo a que la población musulmana de la UE pase del 5 al 20 por ciento? ¿Qué otro motivo podría haber? El lema nacional de Turquía es "Yurtta Sulh, Cihanda Sulh", que significa "Paz en casa, paz en el mundo". No podría haber encontrado una frase que resumiera mejor mi artículo. Lo bueno o malo que pase en Turquía, pasará en el resto del mundo.
2 comentarios:
Un tema interesante, dará mucho que hablar.
Los mismos que dicen que la globalización nos está empujando a ser más homogéneos, son los que persiguen a las tradiciones más arraigadas de cada pueblo.
Enorme.
Un Saludo
Publicar un comentario