martes, 20 de mayo de 2008

Morir antes de nacer

En España se produce un aborto cada seis minutos. Difícilmente pueda encontrar un tema más controvertido y complejo sobre el que escribir. Estoy hablando de una cuestión existencial, de un debate en torno al ser o no ser, pero no referido al tópico literario sino a la misma esencia de la vida. En mi opinión, todas las posturas acerca de este asunto tienen su parte de razón y ninguna puede colgarse la medalla de justa.

Tener un hijo no es algo que ocurra todos los días y nunca fue una tarea sencilla. Aún así, nuestra sociedad actual —que algunos llaman del bienestar— se caracteriza por poner más trabas que ninguna, debido a los factores socioeconómicos que todos conocemos. Partiendo de esta premisa, yo soy de los que defienden que no se puede obligar a nadie a continuar el embarazo. Es una decisión tan personal que cualquier análisis de la legislación actual sobre el aborto me parece innecesario. Es más, hoy día en nuestro país aborta todo el que quiere, por lo que esta acción no es un dilema legal sino moral.

No deja de ser contradictorio que al mismo tiempo que discutimos sobre el aborto (exceptuando obviamente los casos de violación, malformación del feto y peligro para la salud) también hablemos con asiduidad sobre la fecundación in vitro, los tratamientos de fertilidad, las dificultades para adoptar o los controles de natalidad que hacen países como China. Resulta curioso comprobar que las medidas para concebir están igual de candentes que las enfocadas a no concebir.

Pero retomando el hilo principal, voy a ponerme también en el otro lado de la balanza para que la visión sobre el asunto sea completa. Repito que soy de los que opino que nadie tiene autoridad para decidir si una mujer debe proseguir o no su embarazo. Pero por otro lado, ¿quiénes somos nosotros para decidir si alguien debe nacer? ¿Cuál es el auténtico significado de la palabra responsabilidad? ¿Dónde estaríais todos los que estáis leyendo este artículo si vuestros padres hubieran decidido abortar? Me fastidia pensar que vivimos en la era de los mil derechos y de las cero obligaciones.

2 comentarios:

Yimi Zehcnas dijo...

Hubiera sido mucho mejor si no hubiese nacido. Al menos, no hubiera sufrido tanto.

Anónimo dijo...

Yo no sé lo que quiere decir esa palabra aborto, pero imagino que es el nombre del monstruo que me tronchó la vida. Ahora te escribo mamita, para decirte que te amo... y para decirte: "¡Cuántos deseos tenía de ser tu hijita!". Hice todo lo imposible por sobrevivir, quería vivir. Tenía voluntad de vivir. Pero era tavía muy pequeña y el monstruo era demasiado fuerte para mí. Me succionó desprendiéndome los brazos y las piernas, y luego se tragó el resto de mi cuerpecito. En tales circunstancias era imposible sobrevivir, pero quería dejarte saber que traté y traté de quedarme contigo, pues yo no quería irme.