
Y eso se aprecia en las pancartas, que ya no son manuscritas sino perfectamente mecanografiadas, en la simbología que reparten antes de echar a andar y en los vítores que unos cuantos cabecillas se encargan de divulgar. Lo importante ya no es creer en el lema, sino aprovechar la oportunidad para desgastar a un Gobierno o sacar cualquier otro tipo de tajada política. Luego llega el baile de cifras. Unos tratan imperiosamente de inflar el número de asistentes y otros de menguarlo lo máximo posible. ¿Pero es posible medir exactamente la opinión pública en una manifestación? Se pueden contar los ciudadanos que se han echado a la calle, pero no los que se han quedado en casa por indiferencia o porque no están de acuerdo. El grito de una persona siempre es más ruidoso que el silencio de millones de ellas.
Si lo trasladamos a nuestro país, me irrita que determinadas manifestaciones contra la guerra de Irak o las recientes enfocadas a la unidad familiar tomaran un cariz exclusivamente electoral y partidista. No me gusta tampoco que los principales sindicatos, UGT y CCOO, se hayan alineado de una manera tan descarada hacia un bando político. ¿Dónde está el espíritu de las movilizaciones de la Transición? Es una pena que simpatizantes de PSOE y PP sólo puedan caminar juntos en una manifestación si se ha producido una víctima mortal por el terrorismo. Estoy cansado de esta confrontación política entre partidos y medios de comunicación afines. Es hora de abrir los ojos y manifestarse precisamente contra eso.
1 comentario:
Buena reflexión, especialmente la del primer párrafo, al estilo Chomsky.
Publicar un comentario