
Pero además de eso, yo te admiro por otra cosa en particular. Es realmente doloroso admitir que hasta de una muerte se puede sacar algo positivo, pero así es. Con tu pérdida, fuiste capaz de unir a dos hermanos de la misma sangre que no se hablaban, a dos aficiones gigantescas que habían nacido y crecido en la misma ciudad. Tú conseguiste que se dieran el primer abrazo sincero en más de cien años. Tú lograste ridiculizar a todos aquellos sevillistas y béticos que habían confundido la palabra rivalidad con la de enemistad.
Tú eres el símbolo de la armonía deportiva en esta ciudad. A partir de ahora, cualquiera que rompa esa burbuja de paz estará manchando tu nombre y tu recuerdo. No creo que haya nadie tan tonto como para atreverse a hacerlo. Sin darte cuenta, has construido una carretera imaginaria que une Nervión con Heliópolis, un sendero en el cielo visible desde la tierra, un camino en el que hoy, gracias a ti, es posible pasear plácidamente con los colores blanquirrojos y verdiblancos.
2 comentarios:
Magnífica reflexión. Te felicito por ello. Coincido plenamente contigo. Enrique.
Me llego por el nada despreciable sistema del boca-oreja pero ha sido leer las reflexiones que realizas en tu blog para darme cuenta de que tienes talento con eso de la pluma. Agil, estructurado, dinámico, con criterio y poniendo encima de la mesa las ideas que muchos de los periodistas, presos de sus editores esclavos de la política, no son capaces de publicar. Sigue así, hoy ya tienes dos habituales más. Tu primo Manolín, el que escribe, y tu tío Manolo.
Un saludo
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