
El tenis ya de por sí es un deporte de unos modales exquisitos. Probablemente sea el más elegante de todos ellos. El público, aunque se sobreentiende que es elitista, casi siempre es respetuoso con los dos jugadores y valora el espectáculo por encima de todo. Además, sabe guardar silencio cuando los puntos están en juego. Otro de los detalles que engrandecen al tenis es la deportividad que reina entre los tenistas. Borran la marca de la pelota con su pie para que el juez no tenga que bajar a comprobarlo, piden disculpas cuando la suerte se alía con ellos y la red desvía la trayectoria de la misma, etc.
Es cierto que no es un deporte de contacto y que eso facilita las cosas, pero no me vale como excusa. La trayectoria histórica del tenis en ese aspecto es casi inmaculada. No hay malos gestos, los enfados son con uno mismo, el abrazo al final de cada partido es sincero... Federer y Nadal no sólo están dando una lección de saques, voleas, paralelos y reveses, sino también una lección al resto de deportes. Ellos están demostrando que en ningún sitio pone que ser rivales impida ser amigos.
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